A treinta kilómetros de Vitoria, se ubica el valle salino, 6500 años son los que las Salinas de Añana llevan produciendo sal con la misma técnica que emplearon los romanos. Te invitamos a un viaje por esta maravilla de l naturaleza y además muy cerca de Bilbao.
Historia de las Reales Salinas de Añana
Antiguamente el agua salada se dejaba en vasijas de cerámica y, tras ser calentada a fuego vivo, producía bloques de sal más fáciles de transportar a otras poblaciones para su venta. Desde el Neolítico y durante más de 4500 años se utilizó el fuego, hasta el siglo II A.C., cuando el imperio romano construyo la salina prácticamente tal y como la conocemos hoy. Más tarde con la llegada de Alfonso Irey de Aragón y Navarra, se construyó una muralla alrededor de las dos poblaciones del valle, nombrándola villa en 1114, la primera del País Vasco.
Entonces también se creó la comunidad de caballeros y herederos de las Reales Salinas de Añana que aún sigue vigente, aunque a finales del siglo XX los antiguos propietarios cedieron la propiedad de la salina a la Fundación que hoy la gestiona aunque siguen manteniendo acciones. Posteriormente, los arquitectos del siglo XIX perjudicaron la sostenibilidad del lugar al apostar por materiales más duros para las eras como la piedra y el canto rodado. De esa manera conseguían una sal mucho más blanca pero destrozaron el terreno.
En los años 60 del siglo XX vivían unas mil personas y había 5 mil plataformas de producción; en el año 2000 sólo quedaba un salinero. Así, en tan sólo 40 años estuvo al borde de la desaparición. A principios del siglo XX se toma conciencia y se comienza a reconstruir las salinas. Recibiendo por ello el premio Europa Nostra, el mayor galardón de conservación de patrimonio a nivel europeo, siendo también en 2014 candidato a Patrimonio Mundial de la Unesco.
En las Salinas de Añana sólo se produce sal de forma artesanal durante los meses de primavera y verano debido alas altas temperaturas que crean la evaporación natural. Hoy en día prima la calidad sobre la cantidad, Dani García, Martín Berasategui, Andoni Aduriz o Joan Roca, son embajadores de la sal de Añana, que la emplean en sus restaurantes, haciendo gala de su calidad. En las salinas de Añana se consiguen cuatro productos: la sal mineral, la flor de sal, la sal líquida y el chuzo o estalactita de sal. Todas ellas se pueden adquirir en la tienda.
También cuenta con un pequeño SPA al natural donde se pueden introducir piernas y brazos para disfrutar de los beneficios relajantes de un agua hasta siete veces más salada que la del mar ( 2€ ). La visita general para conocer este espacio con más de 6500 años de historia se puede realizar durante todo el año, y si vamos en temporada de producción de sal (de mayo a octubre) podremos realizar un taller salinero (con reserva previa) y utilizar el tradicional trabuquete.
Cuanto: Desde 8€ por reserva previa.