¿Has oído hablar de los tocados medievales que llevaban las mujeres vascas? Os contamos la desconocida historia de la curiosa prenda que vestían las mujeres vascas en la Edad Media.
Quizás hayas visto a Mari Domingui con uno o el que aparece en la película Akelarre, pero ¿conoces su historia? ¿Sabes que fue la prenda más representativa de la cultura vasca durante siglos? ¿Que los había con forma de barco, de concha y muchos de ellos eran incluso bastante explícitos? ¿Sabes cuál era su significado y por qué desaparecieron?
Desde el siglo XIV las mujeres vascas tenían una imagen original y diferente, única en el mundo: cuando se casaban, se ponían complejos e imponentes tocados, algunos con formas muy sugerentes, como una forma de expresar su creatividad y estilo. Las mujeres jóvenes y solteras iban con la cabeza al descubierto y todas ellas llevaban el pelo rapado, se cree que por cuestiones de higiene. Apenas tenemos imágenes de estos tocados, hasta que en el siglo XVI, con el descubrimiento de América y la primera vuelta al mundo, se despierta la curiosidad en el ser humano por conocer otras culturas y surgen los códices de trajes, en los que los viajeros ilustraban cómo era la gente en otros lugares. Los extranjeros que viajaban a Euskadi, quedaban impresionados, por ello, en los códices de la época retrataban los cientos de tocados que veían.
La Iglesia decidió prohibirlos a principios del siglo XVII, en plena inquisición española , se cree, que como una forma más para coartar la libertad femenina con el argumento de que eran obscenos y que «por su coquetería, estas mujeres tenían la familia y la casa desatendida». La presión social y eclesiástica y la irrupción de modas de otros lugares del mundo hicieron que finalmente esto tocados desapareciesen y que, cientos de años después, apenas conozcamos la que fue la prenda vasca más característica durante más de 3 siglos.
Habitualmente las telas de los burukoak eran blancas, pero en algunas ilustraciones son negras porque la mujer era viuda. Según El Correo, a las viudas que llevaban un tocado blanco se las distinguía porque le añadían un cuerno; si se volvían a casar, debían poner dos. Según el color y la forma de llevarlo, también revelaban el estado civil. Si la mujer en cuestión estaba casada, las telas ocultaban el cuello y la nuca, si estaban en edad de contraer matrimonio estas partes quedaban al descubierto. Por el contrario, las más jóvenes no tenían que llevarlo, pero en su caso se les rapaba la cabeza. En aquella época, mantener el pelo a la vista estaba considerado casi una provocación.
En los años 50 el Museo San Telmo de San Sebastián encargó al modisto Balenciaga que diseñase una serie de reproducciones que, aún hoy, forman parte de la exposición permanente del Museo. Algo muy significativo era el hecho que dependiendo de la cantidad de tela que se utilizaba en cada tocado se podía deducir, el rango en la escala social, a más tela, mayor estatus social, ya que era un elemento costoso que no todas mujeres de la época se se podían permitir y demostraba el poder adquisitivo de quien lo llevaba. Estos se sustentaban con un armazón de mimbre o alambre, donde se enroscaba y anudaba la tela.
Con el colectivo Amarenak ( de las madres en euskera) desarrolla el proyecto con un único fin: rescatar a través de la moda y el diseño, el rico y desconocido patrimonio textil y cultural vasco, diseñando prendas y complementos sostenibles con una producción local, dandole vida a estas historias en la calle y en nuestros armarios.