Da igual cómo y con qué lo guises, en Bilbao nunca falta (ni sobra) el bacalao. La gran popularidad que ha adquirido la joya de la gastronomía vasca se debe a una increíble anécdota.
Hablar de bacalao es hablar de Bilbao. Al pil pil, en salsa vizcaína, en revuelto, sofrito, con patatas en salsa verde… Da igual cómo y con qué lo guises, en Bilbao nunca falta (ni sobra) bacalao. Pero la gran popularidad que ha adquirido la joya de la gastronomía vasca se debe a una increíble anécdota, que tiene mucho de leyenda y algo de realidad.

La leyenda dice así, en noviembre de 1835 un pequeño comerciante bilbaíno llamado José María Gurtubay envió un telegrama a sus proveedores ingleses en el que les pedía que le enviaran 100 o 120 bacaladas de primera superior. Sin embargo, el mensaje fue interpretado mal, convirtiéndose en un pedido de un millón ciento veinte bacaladas.

Aquél error se convirtió en un gran golpe de suerte que llegó a cambiar su vida y la de los bilbaínos. Por un golpe del destino, en 1836 Bilbao vivió en ese momento el asedio de la guerra carlista y el comerciante hizo fortuna con su excedente de bacalao. Mientras la ciudad quedaba desabastecida tanto por tierra como por mar, Jose María Gurtubay tenía un millón de piezas de bacalao en sus almacenes.

Esta afortunada coincidencia no solo permitió que los bilbaínos pudieran alimentarse durante varios meses a base del bacalao e inventaran numerosas formas de cocinar este pescado, sino que reportó grandes beneficios para el comerciante. Después de muchos años se ha convertido en un ingrediente indispensable del recetario tradicional bilbaíno y las bacaladerías una presencia habitual en sus calles y plazas. Aunque no importe con qué lo mezclemos, el bacalao seguirá siendo el protagonista. ¡On egin!