De cuando se pedían botellas de Agua de Bilbao
«Camarero, una botella de Agua de Bilbao». Al ver como al punto se sirve una botella de espumoso, el incauto visitante podría pensar que de los grifos de la villa mana champán. Nuestra fanfarronería no llega a tanto. El título, hijo de la proverbial inmodestia bilbaína, tiene su origen en los tiempos de la Belle Époque, cuando la floreciente burguesía de la villa regaba con largueza sus fiestas y hasta el más humilde de los bilbaínos se llevaba a los labios un sorbo del burbujeante néctar.
Bilbao era entonces tierra de grandes fortunas, algunas de ellas forjadas de la noche a la mañana, vendiendo hierro a los europeos que entonces se batían en duelo durante la Primera Guerra Mundial. La villa había sabido aprovechar la neutralidad española para erigirse en el territorio más próspero de la península y aquello había de notarse por fuerza en los hábitos de los bilbaínos, que adoptaron pronto maneras de rico. Había trabajo de sobra y quien más quien menos tenía un duro en el bolsillo para gastarlo en francachelas.
En aquel ambiente de prosperidad se desarrolla la anécdota fundacional del Agua de Bilbao, que se encargaron de dejar escrita para la posteridad el dibujante y escritor K-Toño Frade y el hostelero Castor Artajo. Curiosamente la escena no tiene lugar en Bilbao sino en Donostia, hasta donde se había desplazado una cuadrilla txirene para disfrutar de un derby entre el Athletic y la Real. La victoria de los leones fue incontestable y la afición se fue a celebrarlo a la mejor mesa que había entonces en la ciudad, la de Casa Nicolasa.
Tras disfrutar de un banquete pantagruélico que los cronistas califican de «bacanal», pidieron sin mala fe al camarero una botella de Agua de Bilbao. El mozo, apurado, volvió a los pocos minutos para informarles de que en la casa sólo tenían agua de Solares y Lanjarón, lo que hizo estallar en carcajadas al grupo de botxeros. Quedo aclarado el asunto cuando les explicaron que en la villa de don Diego se bebía el champán como si fuera agua, de ahí el origen de la guasona denominación.
Cuando la banda fue a pagar la factura cayeron en la cuenta de que no les habían cobrado las botellas de espumoso. Fue entonces la propia Nicolasa Pradera quien, haciendo gala de la misma retranca, les dijo que «lo mismo en su casa que en todo San Sebastian, el agua no se cobraba a los de otra capital». La historia sirvió no solo para forjar una amistad entrañable con la mítica cocinera guipuzcoana, sino también para popularizar el jocoso chascarrillo dentro y fuera de nuestras fronteras.
Castor Artajo, propietario del bar La Goleta, tuvo después la feliz idea de comercializar un cava catalán bajo la etiqueta ‘Sirimiri – Agua de Bilbao’, con la que consiguió hacer de ella una bebida popular, que los bilbainos beben «sin darle importancia». La Goleta cerró en 2007 secando momentáneamente la fuente de champán del Botxo, pero la idea se recuperó en fecha reciente y hoy puede encontrarse en los cafés Iruña y La Granja un espumoso que toma prestado del habla popular su nombre comercial. Así, ya sea una victoria del Athletic, un buen negocio, una boda, un nacimiento, un cumpleaños o que por fin ha parado de llover, si tiene algo que celebrar pida alto y claro: «Camarero, una botella de Agua de Bilbao».