Compartimos nuestra experiencia un fin de semana en Puerto de la Cruz, una preciosa localidad costera al norte de Tenerife, la isla más grande de las Canarias. Por algo se conoce a Tenerife como la isla amable y de la eterna primavera. Sus habitantes y su maravilloso clima hacen que durante todo el año puedas pasear por pueblos de influencia colonial como Garachico o La Orotava y visitar localidades Patrimonio de la Humanidad como San Cristóbal de La Laguna.
La isla es perfecta si buscas montaña y mar, que era nuestro caso. Elegimos el norte ya que está menos poblado de turismo anglófono, como pudimos comprobar posteriormente. Al llegar a Playa Puerto de la Cruz y deshacer las maletas dimos un paseo por los alrededores. A pocos metros nos topamos con Playa Jardín, la primera de tres playas consecutivas; oíamos la fuerza de las olas, el murmullo de familias y parejas que tomaban el fresco en la arena, pero apenas veíamos qué es lo que nos rodeaba excepto un jardín botánico a rebosar de cactus de las más diversas especies, cuya atracción era difícil ignorar y marcaba el camino hacia el arenal.
El Puerto de la Cruz fue originariamente un pequeño pueblo de pescadores (conocido como Puerto de la Orotava) que pronto se convirtió en puerto comercial del norte de la isla, adquiriendo una profunda tradición en la exportación de productos así como en la importación de la cultura e ilustración europea. Vinculada al mar y a la agricultura, por los años sesenta del pasado siglo comenzó a sufrir una importante transformación al incorporarse la industria del turismo llegando a convertirse en la principal ciudad turística de Canarias.
Indudablemente la razón principal para visitar Tenerife es el clima. En la isla se gozan de unos 21ºC de media durante todo el año. Con esta temperatura tan suave no hay excusas para disfrutar de cualquier tipo de actividad al aire libre y, como no, disfrutar de la playa sea cual sea la época del año en la que decidas viajar a Tenerife.
La isla es perfecta si buscas montaña y mar, que era nuestro caso. Elegimos el norte ya que está menos poblado de turismo anglófono, como pudimos comprobar. Ubicados casi a pie de playa en Puerto de la Cruz, todo un acierto. Al llegar y deshacer las maletas dimos un paseo por los alrededores. A pocos metros nos topamos con Playa Jardín, la primera de tres playas consecutivas; oíamos la fuerza de las olas, el murmullo de familias y parejas que tomaban el fresco en la arena, pero apenas veíamos qué es lo que nos rodeaba excepto un jardín botánico a rebosar de cactus de las más diversas especies, cuya atracción era difícil ignorar y marcaba el camino hacia el arenal. A la mañana siguiente decidimos curiosear por el pueblo, hacernos con él. Tras un desayuno, visitamos las playas más cercanas comenzando por Playa Jardín, la primera de tres playas consecutivas; a la entrada un jardín botánico a rebosar de cactus de las más diversas especies, cuya atracción era difícil ignorar y marca el camino hacia el arenal. Una de las tres playas contiguas
Esta playa forma una pequeña cadena de tres playas pequeñas pero con encanto, y puede destacar por su proximidad al pueblo de casitas bajas que sobresale como un promontorio y esconde el sol de los atardeceres. La arena fina en una de las playas y gruesa en otras, es oscura y brilla para deleite de nuestros ojos.
Por la tarde visitamos el Casco histórico de Puerto de la Cruz, que no tiene desperdicio. Reina el encanto por cada una de sus calles, apenas hay turistas extranjeros, aparentemente la mayoría de las personas son locales, canarias, auténticas. ¿Qué más se le puede pedir a tu destino de vacaciones? El muelle, próximo a la Plaza del Charco, baño obligado, acoge por fin aguas tranquilas, eso sí, es mejor no olvidarse de los escarpines. Caminando hacia Lago Martiánez nos encontramos con Plaza Europa, nada que ver, y una zona de baño donde abundan grandes rocas, perfecta para un baño reconfortante. Muy cerca, la Iglesia pequeña pero bonita es dueña de una arquitectura ideal para la zona. Casco histórico de Puerto de la Cruz
Tomar algo por Puerto de la Cruz es barato, sobre todo las cañas, las copas o los cocktails, además bien puestos y en terrazas al aire libre todo muy controlado ¡qué felicidad! Además deliciosos.
Al día siguiente valoramos visitar otra zona de la isla, pero acertamos quedándonos en Puerto de la Cruz. Nos dimos un baño en el muelle, comimos cerca de él, nos bañamos con las impresionantes olas en playa Jardín y nos dimos el último baño del día en la piscina del hotel, con vistas maravillosas al Teide y al mar . Parece que el durmiente volcán Teide ejerce un magnetismo especial en toda la isla que gobierna desde su posición central, ya que después de haber estado allí, sentimos el deseo de volver y mezclarnos entre el paisaje y sus amables isleños.
¡Qué más se puede pedir! un viaje muy económico, un lugar sin mucha afluencia, lleno de planes al aire libre en una maravillosa isla. Apoyamos un turismo responsable y seguro.
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